domingo, 8 de junio de 2008

(016) La Voz

El teléfono comenzó a vibrar, indudablemente alguien llamaba.

Sin mucha prisa levantó el tubo y luego de atender, su boca quedó entreabierta, su cara evidenció la sorpresa. Al otro lado del tubo, la voz, definitivamente femenina e irresistible, lograba superar los niveles de testosterona comunes para una persona de su edad.

Decididamente continuó con la conversación, no podía permitirse el lujo de dejar de escuchar ese timbre y ese tono de voz.

Unos pocos instantes después, sintió que un calor profundo emanaba del tubo, y aunque subía de temperatura no podía dejar de escuchar esa voz, hasta que la voz, repentinamente se despidió y, segundos después se escuchaba el tono de libre. Había dejado la línea.

El hombre, no podía dejar de pensar en ello. Su vida cambió totalmente. Sintió deseos de salir corriendo en busca de ella, pero no sabía absolutamente nada. Sólo que su corazón acelerado le indicaba que era algo especial.

Esa noche no pudo dormir, en su delirio escuchaba el timbre de voz que le llamaba, y corría hacia el teléfono, sin obtener respuesta alguna, sólo el tono telefónico habitual.

Se levantó a la mañana siguiente y se sentó al lado del teléfono. Una sensación de inseguridad le atormentaba, seguía pensando en lo mismo, seguía sonándole la voz dentro de su atónita e incoherente mente.

Eran la una y media de la tarde, cuando repentinamente, el teléfono comenzó a vibrar nuevamente.

No titubeó, se alzó con el tubo y al colocarlo en su oreja izquierda, sintió ese síntoma de placer, ese síntoma que había sentido hace mucho tiempo, con su primera cita, con su primer amor. Ese síntoma de escalofrío, que le navegaba por todo el cuerpo, por todo el torrente sanguíneo.

Todo su cuerpo se estremeció, y comenzó a gozar cada palabra que era emitida al otro lado de la línea, cada suspiro que hacía vibrar sus tímpanos y su mente.

Sus párpados, henchidos por una definitiva noche en vela, se cerraban cada vez por mayor periodo de tiempo, sus ojos comenzaban a desorientarse y su aliento se entrecortaba, a medida que la conversación se adentraba en un viaje a lo desconocido, rumbo al delirio.

Cada pedazo de superficie de su piel añosa, dejaba entrever claramente que su sentimiento era invadido por una onda de calor fría, que lo impulsaba a seguir aferrado al tubo.

Aún continuaba sin conocer con quien hablaba, pero poco importaba, pues algo inundaba su ser. Nunca había imaginado que una posibilidad de esta especie, hiciera lo que nadie había logrado, una sensación de juventud.

La voz continuaba con su locución, sin siquiera titubear, y aunque, él intentaba sonsacarle, no lograba conseguir dato alguno.

El enigma de la voz lo perturbaba, lo enloquecía. Quería saber todo acerca de ella, pero así como la mariposa despliega sus alas al sol, ella continuaba impasible.

De pronto, el tono habitual de la línea comenzó a sonar, nuevamente había desaparecido. Como si un sueño fuese la causa principal de las llamadas.

Su vida, que hasta entonces se había desarrollado tranquila y pacífica, prácticamente monótona, había sido usurpada por aquella voz, y una angustia desarrollada por aquel individuo, se había transformado en una pesadilla.

No podía trabajar, no podía leer, no podía razonar, sin que la voz le diera vueltas y vueltas dentro de su calva cabeza; dentro de su enmarañado cerebro.

Cuanto más pensaba, más sentía un dolor profundo en su lóbulo frontal, en su ya confusa mente.

Una incertidumbre de impotencia le rondaba a cada instante. Debía saber, debía conocer algo más.

Su tiempo cada vez más amplio, le impedía toda actividad. Sin pensarlo, se había transformado en ermitaño. No quería salir para no perder oportunidad de recibir la llamada, de escuchar su voz, de sentir. De sentir esa sensibilidad que hacía tiempo no experimentaba, no percibía.

Nuevamente hizo su aparición la llamada. Ya no recibía ninguna otra, ya no esperaba, ni atendía ninguna otra.

Y la sensual voz surgió de la línea, con su lujuria acostumbrada, con su caliente brisa que lograba aumentar la temperatura de esa fría tarde, de esa nevada tarde invernal. Sí, afuera, una impetuosa tormenta de nieve intentaba contrarrestar, infructuosamente, los efectos de esa voz, los efectos de esa brisa, caliente.

Y nuevamente el tubo emprendió sus embates contra el estático oído del escucha, nuevamente la voz lograba su cometido, y la brisa, lentamente comenzó a atraparlo, envolviéndolo en una trampa mortal. Su corazón latía tan de prisa, que su brazo, cuya mano izquierda paralizada y conteniendo el tubo telefónico, no advirtió el dolor que por él transitaba.

La forma de juventud, tan ansiada y lograda psíquicamente por el escucha, había sido su perdición. Sin siquiera saberlo, su veloz y añoso corazón, le advertía que ya no era lo mismo; le advertía que esa época remota había pasado, y se detuvo.

Sin embargo, su expresión de placer y alegría, continuó marcando su rostro rígido, inerte. La juventud, añorada por él, le jugaba una mala pasada. No obstante, su ilusión había vivido una segunda juventud, que gracias a la voz, había logrado.

En su agenda, en sus momentos de lucidez, escribió la siguiente frase: "Cuando suene el teléfono, y una voz desconocida haga su aparición, intenta disfrutarla, pero no seas desmedido. Averigüé que se llama Mónica. P/D: ¿será su verdadero nombre?...".

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Datos del Autor

Mi foto
Nacio el 28 de septiembre en Montevideo, Uruguay. Ha publicado historias con el "nick" de Rosa M. Medina; y, terceros han publicado parte de sus poemas en "El Vocero" de San Juan, Puerto Rico. Estuvo viviendo en San Juan, Puerto Rico; y Loiza, Puerto Rico. Actualmente reside en Montevideo.