domingo, 28 de diciembre de 2008

LA ÚLTIMA TENTACIÓN DE C…, J. L. (Parte I)

El paso del tiempo doblegaba su exterior pero no su espíritu. Había estado viviendo en el pueblo de Loiza, Puerto Rico, sobre la carretera que bordea el este de la isla y, signado por la segregación racial aunque la esclavitud se había abolido en 1947, a raíz de la entrega de la isla de España a los EE. UU. Tanto es así que los comerciantes de un importante centro comercial, ubicado en los límites del pueblo, han impreso su papelería con el nombre del pueblo aledaño de Canóvanas.
Él continuaba escribiendo su “Libro de la Vida” y había decidido dar vuelta a una nueva página luego de haber sido deportado desde Puerto Rico. Ese momento marcó una de sus páginas con más tinta de lo normal. A pesar de haberse hecho valer, en ese piso lleno de “gatilleros”([1]) y “narcos” en el Centro de Detención Federal de Guaynabo, PR, su mesura se hizo más acentuada y continuamente observaba sus alrededores para no perder detalles de movimientos y, posibles sorpresas. Ganó el respeto de los restantes 139 habitantes del lugar.
Luego de esos 40 días de aprensión y, mediación del Cónsul uruguayo en San Juan, en ese entonces, logró obtener su pasaporte y poder viajar a su país.
———
Aeropuerto Internacional de Carrasco, Avenidas y nuevos puentes colgantes que encerraban una estrellada noche de libertad, aunque sus palabras de júbilo se escuchaban dentro de su cerebro, su cambio iba a ser nulo, en silencio continuaba observando.
Ahora las cosas habían cambiado, su página más dura se había volteado. ¿Había?
Se encontraba en un pequeño apartamento en medio de la ciudad y en un punto de la Capital de mucha circulación. Dando vueltas día a día y esperando. Esperando como durante los 40 días de densa tinta. De la ventana a la puerta. De la puerta a la ventana. Esperando las contestaciones de las cartas llenas de sudor solicitando trabajo que enviaba semana a semana.
En su paisito, los guardias federales de la discriminación por edad, continuaban mutilando su vida hasta que surgió la posibilidad de continuar escribiéndola.
Su optimismo le daría la oportunidad que esperaba para ser libre, aunque su visión del respeto había cambiado y también su alocución, reprimida por la cautela y su alto significado de los límites del prójimo.
Ahora se instalaba en una calle transitada por vehículos y caras grises que circulaban por su vereda, sin sueños ni glorias, hasta que un día la vio y su vida cambió completamente.
Era el sueño que había tenido antes de viajar a aquella “isla del encanto” de alegrías candentes y salsa de respeto. Su pelo azabache con “pollina”([2]), como se denominaba en la isla, su boca de “Mona Lisa” y sus negros ojos penetrantes. Ella era la última tentación al verla caminar con su paso firme, volátil y femenino, algo poco usual en la población de dicho sexo del pequeño país sureño. ¿Por qué en Uruguay las mujeres bajan la cabeza, al pasar frente a una persona del sexo opuesto, en un saludo simbólico como si fuese el Rey y ellas sus súbditos, en lugar de mantener la frente en alto con orgullo?
Ella lo tenía confundido desde que había llenado sus vacíos ojos con los de ella aquella tarde de jueves. Luego de ese día, se sentía como si fuese invisible, como se había hecho sentir dentro de la prisión, invisible a los ojos de los demás. Pero en esta oportunidad, eran los ojos de ella los que lo hacían sentir de esa manera.
¿Cómo dialogar con el viento si éste se vuelve tornado y lanza rayos directo a sus ojos enmudeciendo sus labios?, pensaba a diario.
El significado de su nombre de pila, tal como el escritor brasileño Jorge Amado, era contundente: “Es decidido y cariñoso con sus afectos. Es protector y le da mucha importancia a su vida sentimental. Le gusta que le hablen con la verdad y no le da vueltas a las cosas.”
Ambos sabían que una mentira duele más que mil verdades y él se preguntaba: ¿ella sólo estaba jugando conmigo?, o ¿es que “indiferencia” es la palabra más sabrosa para la venganza?
En la isla él había aprendido que, al dialogar, se debe mirar a los ojos como signo de respeto y para saber si se miente o no. En tanto, él esperaba su mentira, ella volaba esquivándolo entre personas y trozos de telas, cosidas, colgadas; pero también esperaba que lo mirara a los ojos para saberlo.
Lo único que sabía de ella era que no sabía nada, y sombras de interrogantes de su interior surgían como lava candente.
Un vaso de agua y un pedazo de pan no se le niegan a nadie, pensaba, y ella lo tenía sediento y hambriento de conocer su forma de ser.
—Al igual que el agua y el pan, tampoco se niega una segunda y última oportunidad. — Se dijo para sí en voz alta, absorto por la mordaza silenciosa.
Continuará…
FIN DE LA PARTE I


[1] En Puerto Rico: asesinos que actuaban por cuenta y orden de los “bichotes”, dueños de los puntos de venta de droga .
[2] En Puerto Rico: Cerquillo.

Datos del Autor

Mi foto
Nacio el 28 de septiembre en Montevideo, Uruguay. Ha publicado historias con el "nick" de Rosa M. Medina; y, terceros han publicado parte de sus poemas en "El Vocero" de San Juan, Puerto Rico. Estuvo viviendo en San Juan, Puerto Rico; y Loiza, Puerto Rico. Actualmente reside en Montevideo.