domingo, 22 de junio de 2008

(010) Así Son Las Reglas.

Érase una vez, un chico que gustaba de soñar y divertirse, que adoraba dejarse guiar por la imaginación y vivir los sueños.

Este chico vivía en una jungla de cemento gobernada por rascacielos, y habitaba en una casa lujosa, desde la cual su padre dirigía una compañía. Dicha compañía tenía carácter independiente; tan independiente que, estando el lugar totalmente cercado, se incluían en él: viviendas, fábricas, parques de recreo, hospitales, restaurantes; en fin, una ciudad dentro de otra.

Su padre, un hombre extravagante y omnipotente, le enseñaba, en lugar del viejo dicho: "El cliente siempre tiene la razón", uno nuevo: "Así son las reglas". Es verdad a cada instante se las cambiaba, y volvía a decirle: "Las reglas se deben respetar o hay que atenerse a las consecuencias".

Su vida transitaba de la casa al colegio y viceversa.

El tiempo transcurrió, el chico creció y la compañía con él. Ya no se trataba de una compañía, ya era una ciudad en la que todos se guiaban por las reglas que les habían impuesto; y como al hijo, se las cambiaban en todo momento de acuerdo a sus intereses.

Los empleados, que pasaron a ser los ciudadanos del lugar, firmaban contratos, que luego no se respetaban, puesto que todos los contratos eran supervisados por el padre y dueño de la compañía.

Es así, que un día, el padre falleció y fue duelo nacional; el chico, cansado de una vida trazada sobre reglas incomprensibles, decidió abrirse y dejar que los asesores del padre continuaran llevando a cabo la dirección de la compañía, hecho que motivó a la ciudadanía a revelarse en contra de aquellos que no habían sido más que el diez por ciento de quien moviera el engranaje de todos, de quien llevara adelante el lugar, la compañía.

Los asesores, a fin de que la ciudadanía les apoyara, decidieron que de ahora en más, todos eligieran a la persona que mejor les representase, que les dieran la oportunidad de discernir ¿qué asesor llevaría adelante la ciudad?

A algunos no les interesó pero ellos, ávidos de poder, les obligaron, puesto que necesitaban la mayoría de la ciudadanía, según había dictaminado el heredero.

La batalla por el poder se sucedía; el mismo les brindaría la posibilidad en un período de cinco años de: no pagar impuestos, agua potable, luz eléctrica y teléfono, importante sueldo, pase a principales eventos, salida en primeras planas; y también, cinco años después.

Ellos continuarían con el dicho del padre: "Así son las reglas".

La ciudadanía aceptó el reto, y comenzó el período de elecciones.

Se gastó en imprenta; se deberían emitir papeletas para la elección y a cada una se le denominó: "voto".

Se gastó en publicidad: cada candidato publicitará su candidatura para la obtención de votos.

Se gastó en denominar un plantel de empleados imparciales, para que oficiaran de contadores y jueces que supervisaran la elección, y se denominó: "corte electoral". Aunque este hecho determinó que hubiesen nuevos puestos de trabajo, necesarios para abolir el diez por ciento de desocupados, que existía en ese entonces.

La ciudadanía hacía sus conjeturas y participaba en emisiones radiales, televisivas, y hasta participó intentando recaudar votos para uno u otro candidato.

Cada uno de los candidatos, en su lucha por el poder, comenzaron a comprar votos; es decir, prometían puestos de trabajo, daban dinero y hasta ofrecían pequeñas fábricas; y se denominó: "corrupción".

Lo que había forjado una persona, terminó siendo una ciudad más, un país más, en el cual, la lucha por el poder se transformó, de tal manera que fue espejo de las demás, y se denominó: "mundo civilizado".

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Datos del Autor

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Nacio el 28 de septiembre en Montevideo, Uruguay. Ha publicado historias con el "nick" de Rosa M. Medina; y, terceros han publicado parte de sus poemas en "El Vocero" de San Juan, Puerto Rico. Estuvo viviendo en San Juan, Puerto Rico; y Loiza, Puerto Rico. Actualmente reside en Montevideo.